FICHA TÉCNICA:
Título: Los 400 Golpes
Dirección: F. Truffaut
Guión: Marcel Moussi y F. Truffaut
Interpretes: Jean-Pierre Léaud, Claire Maurier, Albert Rémy, Guy Decombie, Georges Flamant y Patrick Auffay.
Año de estreno: 1959
Duración: 94 Minutos
Comentario para la Reflexión y el Debate:
Por si fuera poco asumir el hecho de que la vida es dura de por sí, y que estamos aquí seguramente por pura suerte, o por puro azar, y que todos los días ocurren desgracias de toda índole que hacen polvo o eliminan de un plumazo a muchas personas… Añadamos a todas esas desgracias la que quizás sea la más catastrófica y trágica de todas: la falta de amor.
En este mundo nuestro falta amor por todas partes. Dondequiera que uno mire, hay muchos ojos que suplican con gritos mudos y piden unas migajas de afecto. En las calles, en los colegios, en los hospitales, en los puestos de trabajo, gente que mira adelante con insatisfacción… Tantas miradas pidiendo auxilio. Tantas historias de desamor.
Los ojos de un niño dicen muchas cosas. Dicen si es amado o no. Y los de Antoine proclaman su paso por días y más días rebosantes de incomunicación, de indiferencia, de carencias afectivas, de falta de entendimiento, de roces, conflictos y ausencias. Desconoce qué significa la entrega y que alguien se desviva por él. Desconoce qué significa el amor verdadero.
Uno de los mayores dolores para un niño tiene que ser el de saber que su madre no deseó su nacimiento. Considerarse un estorbo, un obstáculo para ella. Sobre todo si ella no para de recordárselo. Si ella le hace ver que es una carga.
El niño que se siente desplazado en el orden natural de las cosas, que carece de ese punto de apoyo fundamental, pasará por la vida trastabillando, sin hallar un sentido ni un objetivo preciso al que aferrarse, como no sea buscar de algún modo llamar la atención, rebelarse contra un entorno amenazador y vacío, y escapar de lo que le hace daño. Incomprendido, condenado por dedos acusadores que desoyen su súplica inarticulada. Hablando un idioma que los cerriles adultos no entienden. Lúcido, forjándose su propósito de ser libre y tratar de encontrar su lugar, un lugar donde no haya unos padres amargados que lo lastimen, donde no haya un sistema ciego y sordo incapaz de calar las complejas sutilezas de las mentes de los niños maltratados. Existe mucho más que el maltrato físico, y tal vez sea aún peor ese tipo de maltrato que no resulta tan evidente porque no deja marcas en la piel, sino en el espíritu y en el corazón.
Antoine, metido en el círculo vicioso de la incomprensión y la barrera entre los adultos y él, comenzará sus andanzas, con aires de bravatas entremezcladas de ingenuidad, hacia su búsqueda particular de un mundo que sea más soportable que aquél que constantemente le decepciona y lo acusa desmesuradamente, incluso cuando él, tratando de hacer algo que complazca a sus mayores, mete la pata como todo el mundo…
No es tan importante que los padres quieran a sus hijos, como que los hijos se sientan queridos por sus padres.
Fuentes de Andalucía, 18 de abril de 2010. Francisco Fernández Ruiz.
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